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sábado, 17 de septiembre de 2011

El secreto del contentamiento

«Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» Filipenses 4:13




















SERVIR A DIOS, ES EL MAYOR GOZO QUE PUEDE EXISTIR...

Acostumbramos asumir dos clases de actitudes frente a las circunstancias: las que viven siempre a, siempre con la queja en la boca y que acaban «bañadas» de amargura. En el otro polo, encontramos la persona cuya reacción ante las circunstancias y los problemas es el contentamiento. Esta diferente forma de reaccionar constituye algo así como una radiografía rápida de nuestra madurez cristiana. Casi podríamos parafrasear el refrán español y afirmar: «dime cómo reaccionas ante una circunstancia difícil y te diré qué tipo de creyente eres». Así pues, midamos la «calidad» de nuestra fe.



















El pasaje que nos sirve para esta reflexión es Filipenses 4:10-13. Observemos con detalle las palabras que el apóstol Pablo utiliza: no habla de creyentes «contentos», sino contentados. Lo opuesto a la amargura no es la alegría -estar contento- sino el contentamiento: «...he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación» (Filipenses 4:11). Enseguida nos surge la pregunta: ¿cuál es la clave para llegar a «aprender contentamiento» y reaccionar como el apóstol? Pablo escribió estas palabras, no lo olvidemos, desde la cárcel de Roma y en peligro de muerte; no escribe desde una habitación de un hotel de cinco estrellas, sino desde la angustia de una situación profundamente turbadora. ¿Cómo podía el apóstol tener esta admirable actitud?
El secreto del contentamiento de Pablo se encuentra en dos frases que describen sendas experiencias espirituales de fortaleza y trascendencia. La primera, aprender a adaptarse a y aceptar cualquier situación: «Sé vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado...» (Filipenses 4:12). Y, luego, experimentar la realidad descrita de forma majestuosa en Filipenses 4:13 «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». El creyente que llega a hacer suyas estas dos realidades pasará de la insatisfacción o la amargura al contentamiento. Consideremos estas dos experiencias.

La naturaleza del contentamiento



















¿Qué quería decir Pablo al afirmar «he aprendido a contentarme»? implica no depender de, estar por encima de las circunstancias; su énfasis está en la autonomía, en no quedar ligado a los acontecimientos o problemas. Pablo nos dice que estar contentado significa estar por encima de los eventos que nos ocurren sin quedar atrapados por ellos. Si hacemos depender nuestro ánimo por completo de las circunstancias diarias, nuestra vida se convertirá en un auténtico torbellino con bruscas oscilaciones desde la euforia a la oscuridad más cerrada. Porque, «lo que nos hace felices o desdichados no son las circunstancias, sino nuestra actitud ante ellas».
El contentamiento bíblico no es estoicismo. Pablo está muy lejos de Séneca cuya filosofía ensalzaba la autosuficiencia del individuo, pero de un modo próximo al cinismo. Tampoco es el «nirvana» del budismo, estado supremo «por encima del bien y del mal», en el que desaparece el dolor y que se aprende por un entrenamiento sistemático. Tampoco se trata de «desconectar» para lograr una relajación psíquica cercana a la impasibilidad, en la que «nada me afecta» como enseñan la meditación trascendental y otras religiones orientales (Dalay). Todas estas técnicas (en el fondo son una técnica) están muy de moda hoy cuando la gente vive abrumada por el stress y necesita formas de relajación mental para vivir más «feliz».


















Igualmente debemos entender que el contentamiento no es resignación o fatalismo, el «qué le vamos a hacer» o «no hay otro remedio» de muchas personas. El fatalismo nace de la convicción de que no podemos hacer nada para luchar contra nuestro destino.
En tercer lugar, también hemos de evitar una connotación masoquista, pretender alegrarse en/por situaciones difíciles o incluso de sufrimiento. Este es un error frecuente entre creyentes que confunden estar contento con estar contentado. El Señor no nos pide «estar contentos en toda situación». Esta no es la idea de Filipenses 4:11. Pablo acaba de hablar del gozo (Filipenses 4:4-7), pero estar gozosa no es lo mismo que sentir alegría o estar contenta. Yo puedo estar llorando la muerte de un ser querido y tener, retener, el gozo del Señor; pero sería insensato ponerme a reír o a expresar alegría en momentos de tristeza. Dios quiere que sus hijas sean realistas, no masoquistas!

Aceptar implica la confianza serena, profunda, de que nada ocurre en mi vida sin el conocimiento de Dios. Si él ve y conoce mi situación, entonces yo debo mirarla desde la óptica divina tanto como me sea posible. Ello me permite desligarme de la estrechez de mi visión y amplía mi horizonte. Este «paisaje» nuevo, desde la perspectiva de Dios, me libra de la amargura, del resentimiento y de la sensación de injusticia y esterilidad de muchas situaciones. Pero aun va más lejos; la aceptación implica creer que Dios puede sacar provecho de cualquier situación para transformarla en un bien para su gloria o incluso para mi propia vida.


La fuente del contentamiento


Hasta aquí hemos explicado en qué consiste; veamos ahora dónde se origina esta actitud. Si no es una técnica psicológica en la que uno se puede ejercitar, ¿cómo conseguirla? Ahí está su meollo: es una experiencia espiritual sobrenatural. El contentamiento se origina en Cristo. Ello nos lleva a la segunda experiencia de Pablo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». Los versículos Filipenses 4:11 y Filipenses 4:13 forman un todo inseparable. No hay verdadero contentamiento sin Cristo. En realidad, esta es la clave no sólo de este pasaje, sino de toda la vida cristiana.

































Observemos, por último, cómo la consecuencia de la fuerza de Cristo en mí es el contentamiento: «todo lo puedo». Algunas versiones traducen muy acertadamente «puedo hacer frente a todo». Esta es la idea del texto: cuando estoy en Cristo, me fortalece de tal manera que puedo sobreponerme, ser más fuerte que cualquier situación. Es importante notar que no aparece el verbo «hacer»; Pablo no nos dice que en Cristo podemos hacer todo lo que nos propongamos. Estar en Cristo no nos convierte en una pequeña «superwoman». A veces las mujeres albergamos fantasías de omnipotencia y pensamos que no hay límites a nuestras capacidades. Así algunas interpretan este versículo a su manera, equivocadamente, convirtiéndolo en una especie de talismán.


















El apóstol afirma con claridad que en Cristo puedo afrontar y superar cualquier circunstancia por dura y difícil que sea. Es como un pulso, una lucha en la que yo soy más fuerte porque tengo el poder de Cristo. Ninguna circunstancia podrá derrotarme. El eco más cercano a esta idea es el pasaje excelso de Romanos 8:35-39 «... Ni ninguna otra cosa nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro», o lo que es lo mismo, ninguna cosa podrá derrotarnos, «... en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Romanos 8:37).